La emoción más injustamente tratada: el asco

Hace una noche estupenda. Has ido a ese restaurante que te gusta tanto y has pedido tu plato favorito. Lo estás esperando hambrienta y con ganas hasta que finalmente llega. Empiezas a comer y de repente te percatas de que hay un bicho medio muerto, asqueroso y horrible en tu plato y has estado a punto de comértelo.

 

Una sensación desagradable pero sumamente protectora recorre tu ser: es el asco. En solo unos segundos has pasado de tener un hambre voraz a no querer volver a ese restaurante que te gustaba nunca más, y por supuesto a no querer cenar esa noche.

Como todas las emociones, el asco también tiene su función. Al igual que el miedo nos protege de diferentes estímulos peligrosos que pueden comprometer nuestra vida, el asco también es una emoción básica y universal necesaria para asegurar la supervivencia del organismo ya que lo protege de la ingestión oral de sustancias y objetos peligrosos para el organismo o del contagio de enfermedades.

En este sentido, puede parecer que miedo y asco son emociones muy relacionadas… ¿Quién no ha visto una cucaracha en casa y ha sentido miedo y asco a la vez?, pero ciertamente son emociones diferenciadas.

 

Se podría decir que el asco precede al miedo. Yo puedo sentir asco hacia un alimento en descomposición y sentiré miedo si finalmente lo ingiero y corro el riesgo de enfermar y morir. Gracias al asco y la evitación o repulsión que conlleva, será bastante más improbable que finalmente ingiera ese alimento en mal estado.

 

Es interesante señalar que cuando generamos ciertas emociones, se producen también respuestas a nivel cognitivo, a nivel fisiológico y a nivel conductual. Muchas veces, dependiendo de estas respuestas podemos concluir si estamos o no frente a un trastorno psicológico.

A nivel fisiológico podemos sentir náuseas, activación del sistema nervioso parasimpático, mareos…como una reacción natural del cuerpo a alejarse de ese estímulo. Por último, a nivel conductual llevamos a cabo claras conductas de repulsión, escape y expresiones faciales típicas y universales que nos sirven para comunicar nuestro desagrado.

 

Por otro lado, se ha comprobado como el asco, además de ser una emoción básica y común a todas las especies, en el ser humano tiene una particularidad y es que ha sido una emoción “ampliada” por las influencias sociales y culturales.

Por ejemplo, hay personas que sienten asco –o así lo expresan- cuando ven a dos individuos del mismo sexo haciendo el amor o personas que la primera vez que prueban el tabaco sienten asco, pero por ciertas influencias siguen consumiéndolo hasta hacerse adictos.

 

Por último y haciendo referencia a los trastornos psicológicos, se ha visto como la emoción exagerada de asco puede llevar a ciertas personas a padecer ciertas fobias específicas sobre todo con animales considerados como repugnantes que asociamos con la suciedad (gusanos, cucarachas, arañas…).

 

Otra línea de investigación ha asociado la emoción de asco con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). La mitad de los pacientes con TOC son aquellos que experimentan una sensación sumamente desagradable cuando piensan que si tocan determinados objetos o están en determinadas situaciones se van a contaminar y entonces necesitan llevar a cabo la compulsión de lavarse como una manera de evitar la enfermedad y asegurar la supervivencia.

 

Según estas investigaciones, es posible que muchos trastornos de ansiedad estén más relacionados con la emoción de asco que con la propia de ansiedad o miedo. Solo la ciencia nos ayudará a descubrirlo.

 

FUENTE: La mente es maravillosa

Scroll al inicio
Ir al contenido